*Este texto puede contener spoilers sobre Twin Peaks*
El 8 de abril de 1990 los espectadores estadounidenses de la cadena generalista ABC presenciaron por primera vez esta escena que con el tiempo se convertiría en historia de la televisión.
Era 24 de febrero en la ficción, y el agente Dale Cooper hacía su entrada, grabadora en mano y abrumado por el paisaje, en la localidad de Twin Peaks. Lo que por entonces no se sabía es que esta fue, quizás, la última vez que un gran héroe televisivo acudía a resolver la situación. Y es que el agente Cooper respondía a ese arquetipo de héroe intachable que desparecería de la ficción audiovisual poco más tarde.
Cuando David Lynch y Mark Frost desarrollaron a los personajes que poblarían su serie, decidieron crear a un protagonista inherentemente bueno. Un agente del FBI intachable que venía no sólo a resolver el asesinato de Laura Palmer, sino a enfrentarse a la oscuridad subyacente en la pequeña comunidad de Twin Peaks y que se iría revelando en la personalidad de sus habitantes a medida que el espectador los conocía mejor.
Dale Cooper sería ese rayo de luz en un microcosmos contaminado por fuerzas malignas que escapaban al control de los personajes.
Mark Frost ha confesado en entrevistas que la inspiración para construir al agente Cooper siempre fue el propio Lynch, y que lo escribió basándose en algunos de sus rasgos característicos (incluso Kyle MacLachlan, que da vida al personaje, reconoce haberse basado en Lynch para interpretarlo). Así, el agente del FBI comparte con el director su entusiasmo, atención al detalle, positividad… ni siquiera los tristes eventos del pasado (el asesinato de Caroline Earle) logran empañar su actitud.
Estas cualidades, sumadas a su entrañable adicción al café y a la tarta, su sabiduría vital (memorable el discurso en el que recomienda a Harry concederse un “regalo” cada día), su implacable intuición (al fin y al cabo Cooper resuelve el caso guiándose por sus sueños), y su relación con el resto de los personajes (la amistad entre Dale Cooper y el sheriff Harry Truman fue el “bromance” definitivo mucho antes de que estuviéramos familiarizados con ese término) lo convierten en el personaje más querido de la serie y en uno de los más populares de la historia de la televisión.
Con esta descripción podría sospecharse que el personaje pudiera resultar plano, especialmente acostumbrados a los arquetipos de antihéroes torturados a los que nos ha acostumbrado la ficción audiovisual posterior al año 2000, pero nada más lejos. Lynch y Frost demuestran con este personaje que no son necesarios los grandes conflictos para escribir un arco dramático magistral, y es que llevan el destino de héroe de Cooper hasta sus últimas consecuencias.
SPOILERS
Al final de la serie, Cooper se arriesga, para salvar a sus amigos, a entrar en la Habitación Roja, ese espacio sobrenatural en el que uno se enfrenta a su reverso tenebroso (personificado a lo largo de la serie por ese ente maligno llamado Bob). Y aunque parece salir victorioso de la gran gesta, es en los últimos segundos del último capítulo cuando Lynch y Frost revelan sus cartas y nos desvelan que, quien ha logrado salir de la Habitación Roja es ese reverso tenebroso y no el verdadero Cooper.
El sacrificio definitivo del héroe definitivo de la historia de la televisión. El arco dramático perfecto. Nuestros corazones destrozados.
25 años hubo que esperar para saber si aún había esperanza para nuestro héroe. Nos lo anunciaba la propia Laura Palmer en la misma Habitación Roja de la que Cooper no llega a salir. 25 años esperando un final feliz.
La magistral tercera temporada que Frost y Lynch estrenaron en 2017 (en la que, ajenos a las exigencias de la ABC de que la serie fuera apta/comprensible para el público, pudieron dar rienda suelta a las fantasías del director) nos tuvo esperando con ansia ese final en el que Cooper por fin pudiera ser libre, ese final feliz. Y durante unos minutos pareció que así sería, cuando en el capítulo 16 de la temporada nos regala ese (ya legendario) “I am the FBI”.
Poco duró la esperanza, Lynch vuelve a sacrificar a su héroe al final de la temporada, porque ese es, al fin y al cabo el destino que le corresponde: el héroe se sacrifica por el final feliz de otros. Lynch nos rompe el corazón una vez más.
No ha habido más héroes como Dale Cooper. Los cambios que sufrió la ficción audiovisual posterior al 11-S colocaron al anti-héroe en el centro de todas las historias (la audiencia ya no podía creer en el héroe íntegro que acudiría al rescate). Así, durante las últimas décadas hemos acompañado a personajes como Don Draper, Tony Soprano o Walter White en sus viajes vitales, empatizando con ellos pese a sus dudosas moralidades porque, al fin y al cabo, las alternativas siempre eran peores. Ya no queda sitio para personajes como Dale Cooper.
Quizás en unos años la tendencia vuelva a cambiar y de pronto asistamos al resurgir del héroe, de esos personajes inherentemente buenos (no lo parece). De momento parece que esos arquetipos de antihéroe-villano no van a ir a ningún sitio, y reconozcámoslo, todos disfrutamos inmensamente acompañándolos en sus andanzas.
Pero algunos días, cuando todo parece ir mal, todos necesitamos al agente Cooper llegando Twin Peaks a resolver los problemas de todos. Necesitamos escuchar ese “I am the FBI”. Suerte que existe el DVD.