Expresionismo, delirios y Poe: cómo Vincent definió el universo Tim Burton
Analizamos la primera joya en la filmografía de Burton
Este post es un análisis del cortometraje Vincent, de Tim Burton. Os lo dejo aquí para que podáis verlo antes de leer el texto. ¡Disfrutadlo!
Si lo preferís, aquí está en español.
Cuando Burton llevaba algo menos de dos años trabajando como animador en la Disney ya había visto suficiente como para comprender que aquel no era su sitio. Mientras trabajaba como animador para Tod y Toby, reconoció haber sufrido la peor depresión de su vida. No podía identificarse con el trabajo y no se adecuaba al estilo de la Disney.
Burton alcanzó el rango de artista conceptual para la producción de Tarón y el Caldero Mágico, aunque finalmente, la productora no utilizó ninguno de sus diseños. Sin embargo, este puesto le trajo dos grandes aliados, Julie Hickson, ejecutiva de la compañía, y Tom Wilhite, director de Desarrollo Creativo, que se fijaron en el inusual talento de Burton y decidieron apostar por él.
En 1982, Wilhite le dio 60.000 dólares a Burton para la producción de su corto Vincent.
La idea del corto surgió de un poema escrito por el propio artista al estilo de los cuentos del Dr. Seuss, su escritor infantil favorito.
Aunque Vincent estaba pensado para ser un cuento infantil, Burton no podía desaprovechar la oportunidad de rodarlo con muñecos tridimensionales. De este modo podían hacerlo pasar por una prueba de animación y así el cineasta tendría toda la libertad posible. Además, Burton reconoció que quería rodar con figuras tridimensionales para dar el mayor realismo posible a la historia.
Vincent narra la historia de Vincent Malloy, un niño de siete años nada convencional. Vincent sueña con ser Vincent Price, y le gusta imaginarse en situaciones sacadas de sus películas, o de las historias de Edgar Allan Poe.
El pequeño Vincent es bueno y obediente, pero no encaja en el mundo suburbano que le rodea y se refugia en su propia fantasía, de un tenebrismo acorde con los autores a los que admira.
Con un carácter claramente autobiográfico, el director nos presenta en menos de seis minutos al primer héroe de la mitología burtoniana, y es que Vincent, primera joya audiovisual del artista, marcará el tono y estilo de su filmografía.
Pero si hay algo llamativo en la producción de este corto es que el joven director consiguió que su ídolo de la infancia, el actor Vincent Price, y al que homenajeaba en el mismo, actuara como narrador de las peripecias del pequeño Vincent, recitando el poema original de Burton.
La grabación del corto duró un par de meses, y dio como resultado una pieza en blanco y negro, con fuertes ecos expresionistas, que estaba muy lejos de los cánones de la Disney.
El hecho de que además finalizara con el niño tumbado en el suelo recitando los últimos versos de El Cuervo de Poe, hizo pensar a los ejecutivos de la compañía que el pequeño moría al final, y consideraron que eso escandalizaría a los espectadores. Incluso llegaron al sugerir al director que desarrollara un final alternativo, en el que el padre entrara en la habitación y se llevara al niño a un partido de béisbol.
Vincent solo se exhibió durante unas pocas semanas junto a la película para adolescentes Tex, y rápidamente pasó a ocultarse entre los archivos de la productora. No había un mercado para un corto de esas características (pese a que en ese tiempo, había recibido varios premios en algunos festivales, lo que fue suficiente para animar al joven Burton a continuar con su carrera).
En el corto, el pequeño Vincent se debate entre dos mundos: la realidad suburbana que le rodea, con la que le resulta imposible identificarse, y el mundo de fantasía de lo siniestro en el que se refugia para escapar de la anterior.
Es fácil darse cuenta de que el pequeño Vincent Malloy no es sino un reflejo del pequeño Tim Burton, con el que incluso comparte ciertos rasgos físicos tan definitorios como el cabello alborotado que siempre luce el director.
Al igual que su creador, Vincent crece en un ambiente que no le resulta natural, sino profundamente incómodo, y busca refugio en obras literarias y cinematográficas muy concretas (las mismas que Burton) para construir a partir de ellas un mundo a su medida.
Cuan autobiográfico resulta este corto, que incluso se menciona que artista y personaje no solo se refugian en las mismas obras, sino que se expresan de la misma forma:
“Pero él no solo piensa en crímenes violentos, Vincent pinta, y de vez en cuando lee cuentos.
Mientras otros niños leen tebeos de acción a Vincent es Edgar Allan Poe quien llama su atención”.
Rodada en riguroso blanco y negro, Burton aúna en su corto las principales claves de la estética expresionista, muy presente a lo largo de su obra: contrastes entre luces y sombras, formas oblicuas, posiciones forzadas de los personajes, o las clásicas escaleras expresionistas.
Durante los delirios fantásticos de Vincent, encontramos no sólo decorados expresionistas, sino también un sutil cambio de aspecto del pequeño, que aparece más despeinado y ojeroso, marcando la pauta de apariencia que después seguirán los protagonistas más “burtonianos” de la filmografía del director, como Eduardo, Víctor Van Dort o Sweeney Todd.
Por otro lado, los personajes que rodean al niño (y, por ende, a estos protagonistas) tienen un aspecto bastante más normal, destacando así la individualidad y profundidad del personaje frente al mundo angustiosamente banal que le rodea.




El hecho de que Burton decidiera rodar Vincent en blanco y negro le permitía jugar a ser expresionista con la iluminación de su corto, así a lo largo de todo el metraje deleita al espectador con intensísimos contrastes entre luces y sombras al más puro estilo alemán.
Esto le permite además beneficiarse de uno de los símbolos del Expresionismo que resulta ideal para su trabajo: la sombra como figura del destino, de un destino cruel que se cierne sobre el personaje, de ahí que los citados contrastes sean mucho más evidentes en las escenas en las que el niño da rienda suelta a su imaginación.
Pero no es el único símbolo expresionista que utiliza Burton en su corto. La escalera, elemento por excelencia de esta corriente, aparece también en Vincent.
Del mismo modo, los decorados (pintados) beben directamente de la pintura expresionista, con formas oblicuas (cercanas al cubismo), fuertes contrastes, ausencia del naturalismo… Incluso, en algunos momentos, se aprecia una cierta postura forzada en el niño, correspondiéndose con esas posturas oblicuas tan presentes en el cine expresionista.
Cabe destacar que todos estos elementos se reducen, por supuesto, a las escenas que transcurren en el delirio fantástico del niño. La realidad se presenta con una naturalidad tan ordinaria que resulta desoladora. Al más puro estilo Burton.
Vincent marca las pautas de lo que será la filmografía de Burton en su salto definitivo a la dirección. El estilo heredero del Expresionismo que inunda Vincent, tan difícil de encontrar en el cine contemporáneo, otorgará al cine de Burton un aspecto reconocible para cualquiera y que además casa a la perfección con la visión del mundo que el director de Burbank pretende transmitir con sus películas.
En este sentido, Vincent ocupa un lugar especial, pues siendo su primera obra y con poco más de cinco minutos de metraje, anticipa las claves estéticas y argumentales de lo que será la trayectoria del outsider por excelencia de la industria cinematográfica.